Segunda entrega de la serie protagonizada por la inspectora Manuela Mauri. La historia transcurre en Madrid y comienza en abril de 2020. Este factor tiene mucho peso en la trama, ya que el país se encuentra bajo el estado de alarma y la mayoría de la población confinada en sus hogares. Es en estas circunstancias como la protagonista deberá investigar un doble asesinato. Un hombre y una mujer son hallados muertos en su casa. Cada uno habría recibido dos disparos de lo que parece ser una escopeta de caza. A primera vista el móvil del crimen parece ser un robo: el autor o autores registraron a fondo cada estancia de la vivienda y se habrían llevado dinero en efectivo, aunque no otros objetos de valor. Los cuerpos fueron hallados por la hija del fallecido. La joven declara que a su llegada la puerta de la vivienda se encontraba cerrada, aunque no muestra signos de haber sido forzada. Ese dato la pone en el punto de mira de los investigadores, aunque dispone de una coartada irrefutable para la hora del suceso: se encontraba en una multitudinaria fiesta (algo ilegal debido a las circunstancias del momento) y existen múltiples fotos y vídeos que lo acreditan.
Al margen del caso, la pandemia y el confinamiento también pasarán factura a Manuela en lo personal: su hijo mayor y la actual pareja de la protagonista tendrán un desencuentro de tal magnitud que Manuela no tiene mas remedio que pedir al segundo que abandone la vivienda en la que conviven hasta que las aguas vuelvan a su cauce. Este suceso también supondrá un quebradero de cabeza para la inspectora a lo largo del relato.
Como ya hicieran en Si esto es una mujer, los autores vuelven a ofrecernos un thriller donde el trabajo policial y la vida personal de la protagonista conviven en perfecta armonía. A ello hay que sumar el valor añadido de estar ambientado en unas circunstancias nada convencionales, lo que lo hace si cabe aún más recomendable.
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