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La primera vez que oí hablar de este libro fue en una entrevista a su autor, Petros Márkaris, en el programa Página 2 (
+ info). Se trata del quinto caso del comisario Kostas Jaritos, del departamento de homicidios de Atenas. En esta ocasión debe investigar el asesinato del ex director de un banco de inversiones, que ha sido decapitado con una espada. Jaritos piensa en la venganza como móvil del crimen, ya que la víctima manejaba dinero vinculado al crimen organizado. Por el contrario, sus superiores atribuyen la muerte a un grupo terrorista. Tal hipótesis va progresivamente perdiendo peso en favor de la de Jaritos, ya que en los días siguientes al suceso aparecerán muertos en circunstancias similares otros tres hombres vinculados al mundo de las finanzas y ningún grupo terrorista reivindicará los atentados.
Por si cuatro muertos fueran poco, Jaritos deberá lidiar con una dificultad añadida: alguien ha iniciado desde el anonimato una campaña contra el sistema bancario a través de anuncios en la prensa y de carteles y pegatinas colocados por toda la ciudad animando a los ciudadanos a no pagar sus créditos. Jaritos no cree que se trate de una coincidencia e intuye que el o los autores de los crímenes están detrás de esa campaña.
Lo más curioso: la historia tiene lugar en el verano de 2010 y un capítulo entero está dedicado a narrar una singular escena: el visionado de la final del mundial de fútbol de Sudáfrica (que enfrentó a España y a Holanda) en casa de Jaritos con toda su familia: su esposa, su hija y su yerno.