Publicada en 2009, esta novela es la octava protagonizada por la inspectora Petra Delicado. Si al final de la entrega anterior la protagonista parecía haber sentado la cabeza en lo personal al contraer matrimonio por tercera vez, no tardará en darse cuenta de que la vida de casada no es tan placentera como la recordaba. Sin embargo, su nuevo ritmo de vida no será su único quebradero de cabeza: deberá investigar la muerte de un fraile cuyo cadáver ha aparecido en la iglesia de un convento de monjas. La víctima murió tras recibir un fuerte golpe en la cabeza. Pero eso no es todo: el autor del crimen habría robado un cuerpo momificado que se custodiaba en la misma iglesia y dejó sobre el cadáver de la víctima un mensaje escrito con letra gótica: "Buscadme donde ya no puedo estar".
Petra y su compañero, Fermín Garzón, inician una larga ronda de interrogatorios que incluye a las monjas del convento donde se halló el cadáver, a los frailes del monasterio al que pertenecía la víctima y a su familia, pero sin éxito. De esta forma, la pareja de investigadores tendrá que centrar sus esfuerzos en el robo de la momia y la nota hallada en la escena del crimen. Por si semejante panorama no fuera lo bastante desalentador, la constante presión de los medios de comunicación llevará al jefe de los protagonistas a contratar los servicios de un psiquiatra especializado en trastornos mentales y delirios religiosos para trazar un perfil del asesino.
Esta historia supone un cambio de registro en comparación con lo visto hasta ahora en esta serie: la protagonista pasa de llevar una vida solitaria y discreta a formar parte de una familia numerosa con un marido y cuatro hijastros, algo nuevo y desconcertante para ella. Todo apunta a que este detalle marcará un antes y un después en el perfil del personaje, lo que hace la lectura aún más recomendable.