La fiscalía tiene un caso sólido: el fallecido resulta ser un conocido estafador y antiguo cliente de Haller, aunque la relación entre ambos finalizó cuando el primero se negó a retribuir al abogado por sus servicios. La acusación esgrimirá ese hecho como móvil del crimen. Al mismo tiempo, la policía establecerá que el sujeto murió a consecuencia de un disparo que según sus análisis se produjo en el garaje situado bajo la casa del propio Haller.
En otras circunstancias el protagonista se centraría en hallar y señalar lagunas en el caso de la acusación para obtener una duda razonable o un juicio nulo. Pero para limpiar su nombre solo cabe una opción: demostrar la culpabilidad de un tercero en el crimen del que se le acusa. Y no lo tendrá fácil, porque la acusación ha solicitado para él prisión preventiva. Es por eso que Haller solicitará la ayuda de su medio hermano Harry Bosch para investigar el suceso.
Como ya hiciera en Las dos caras de la verdad, Michael Connelly vuelve a reunir a dos personajes con visiones de la justicia muy diferentes que por lo demás forman un gran equipo.