Segunda entrega de las andanzas de Fernando de Rojas, estudiante de leyes y a la vez detective en la Salamanca de finales del siglo XV. La acción tiene lugar unos meses después de lo acontecido en su primera aventura, pero el protagonista ha madurado mucho tanto en lo personal como en lo profesional. Todo comienza con el hallazgo del cadáver de un joven dentro de una tinaja en una calle de la ciudad charra. Dado que la víctima era un estudiante, es la Universidad la autoridad competente para esclarecer su muerte, y para ello solicita la ayuda de Rojas. El pesquisidor, como ya se le conoce, examina el cuerpo del joven y descubre dos detalles reveladores. En primer lugar, el cadáver fue mutilado: le faltan ambas manos. En segundo lugar, su lengua negra e hinchada apunta a que fue envenenado. Eso lleva a Rojas a buscar la ayuda de su viejo amigo fray Antonio de Zamora, herbolario del salmantino convento de San Esteban, que ya le prestó ayuda en su primer caso.
Pero apenas ha comenzado a indagar sobre el entorno de la víctima, aparece un segundo cadáver, también de un estudiante y de nuevo mutilado y con signos de envenenamiento. Y por si fuera poco enfrentarse a un asesino en serie, Rojas tendrá que lidiar con la justicia del Concejo, que no ve con buenos ojos que el joven investigue los crímenes que tienen lugar en la ciudad.
En su segunda novela, Luis García Jambrina vuelve a deleitarnos con un thriller histórico tan intrigante como El manuscrito de piedra. Del mismo modo, si en aquella ocasión nos sorprendió con abundantes guiños a un clásico de la literatura española, La Celestina, esta vez la obra escogida es Lazarillo de Tormes.
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