Escrita en 2015, esta novela hace la número 18 en la serie protagonizada por Harry Bosch, que en la entrega anterior se retiró de la policía de Los Ángeles. Pero su jubilación no será obstáculo para que el abogado defensor Mickey Haller, medio hermano de Bosch, solicite su ayuda en el caso en el que trabaja. En un primer momento el detective se niega, pues considera que trabajar para un abogado defensor arruinaría todo lo que hizo con la placa durante sus treinta años de servicio. Pero después de reflexionar sobre el caso llega a una conclusión: si hay una posibilidad de que el cliente de Haller sea inocente, ello implicaría que un asesino anda suelto.
Finalmente, Bosch accede a examinar el expediente del caso y a hablar con el cliente de Haller, que se encuentra en prisión acusado del asesinato y la violación de una mujer. Su ADN fue encontrado en la escena del crimen, pero él afirma que nunca estuvo allí y que todo es un montaje. Por desgracia, la única persona que podría confirmar su coartada fue hallada muerta dos días después de su entrada en prisión. Intrigado, Bosch decide investigar el caso por su cuenta.
No es la primera vez que Harry Bosch lleva a cabo una investigación sin el respaldo del Departamento de Policía, como hizo en El último coyote. También había colaborado ya con Mickey Haller en La revocación, aunque en aquella ocasión fue el abogado quien cambió de bando, ejerciendo como fiscal. Esta será la primera vez que Bosch cruce el pasillo o, en la jerga policial, se pase al lado oscuro. Aunque las ideas de la justicia de ambos personajes sean muy distintas, lo cierto es que forman un buen equipo. Espero que no sea la última vez que sus caminos se crucen.
Fan incondicional de Michael Connelly tanto por sus argumentos como por su forma, aparentemente, tan fácil que tiene de escribir.
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