Segunda entrega de la serie del abogado defensor Michael Mickey Haller, quien al comienzo de la historia lleva un año sin ejercer su profesión a consecuencia de las heridas de bala que sufrió en su último caso (El inocente). Un día, la juez que preside el Tribunal Superior de Los Ángeles le comunica que otro abogado, un viejo conocido del protagonista, ha fallecido. Fue encontrado muerto en su coche, en el garaje del edificio donde tenía su despacho, con dos disparos en la cabeza. El difunto había dispuesto que todos sus casos le fueran transferidos a Haller en caso de incapacidad o muerte.
Haller acude al despacho del fallecido, donde se entera de que el asesino se llevó además el maletín de su difunto amigo, con su ordenador portátil y su teléfono móvil. La policía sospecha que si el asesino pudo acercarse tanto a la víctima es posible que fuera alguien conocido, quizás uno de sus clientes, y que si se llevó esos artículos es porque su nombre se encontraba en el expediente de alguno de sus casos. Por ello pide a Haller permiso para examinar los archivos de la víctima. El protagonista se enfrenta a un dilema: teme acabar como su predecesor, pero no quiere traicionar la confidencialidad abogado-cliente.
Por si la historia no promete lo bastante, cuenta con un aliciente añadido: el detective a cargo de la investigación de asesinato es nada menos que Harry Bosch, que en este caso se ve por primera vez cara a cara con Haller.
En conclusión, un thriller legal muy recomendable, que se disfrutará más si previamente se ha leído la entrega anterior.
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