Vigésima entrega de la serie protagonizada por Harry Bosch, antiguo detective de la policía de Los Ángeles y en la actualidad voluntario en la policía de San Fernando. La historia comienza con la comisión de un doble asesinato. Las víctimas son un padre y su hijo, que regentaban una farmacia. A primera vista todo apunta a un atraco que se complicó. Sin embargo, el análisis de la escena revela detalles que apuntan a un plan más elaborado, como la ausencia de casquillos o que los sospechosos entraran y salieran del establecimiento por puertas diferentes. Pero lo más significativo es que una de las víctimas recibió un único disparo, mientras que la otra recibió tres, uno de ellos en el trasero. Para el veterano detective todo apunta a una ejecución.
Por desgracia para el protagonista, el doble asesinato no será el único asunto que le robe horas de sueño. Un hombre al que Bosch detuvo hace tres décadas por violación y asesinato de una joven y que ahora se encuentra en el corredor de la muerte ha conseguido que su caso sea revisado alegando que el detective colocó pruebas incriminatorias en su domicilio. Aunque su conciencia está tranquila, Bosch no puede dejar que se cuestione su labor como policía, ya que eso abriría una puerta para revisar todos los casos que investigó a lo largo de su carrera. Por ese motivo recurrirá a la ayuda del abogado Michael Haller, con quien ya ha intercambiado favores en el pasado (Del otro lado).
Veinte novelas después, Bosch ha envejecido, pero no ha perdido facultades a la hora de investigar crímenes. Ello, sumado al cameo de otro de los personajes estrella del autor hacen de esta novela una lectura que ningún aficionado al thriller policial o legal pueden permitirse dejar de leer.
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