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La acción tiene lugar en Sevilla durante la Semana Santa de 2001. El dueño de una cadena de restaurantes es hallado muerto en su casa con los párpados cortados, al parecer para obligarle a visionar un vídeo. Por casualidad Falcón encuentra en la escena del crimen una fotografía en la que aparece su difunto padre junto a la víctima. Tras interrogar a la viuda del fallecido, a sus hijos y a sus empleados y no hallar ningún hilo del que tirar, Falcón decide buscar pistas que le orienten en la resolución del caso en los diarios de su padre, un artista que en su juventud militó en la Legión durante la Guerra Civil y que también estuvo en Rusia con la División Azul.
En cuanto al estilo, este libro me ha recordado mucho a otra obra de Robert Wilson, Sólo una muerte en Lisboa. Como en aquella ocasión, también el autor recurre a la narración en dos tiempos: alterna entre la investigación del caso por parte de Falcón, por un lado, y la vida del padre de éste, plasmada en sus diarios, por otro. El resultado es una historia tal vez menos ágil de lo que acostumbran a ser los thrillers, pero no por ello menos digna de mención.