A lo largo de su carrera, Robie solo ha conocido a alguien con semejantes habilidades para el asesinato. Sin embargo, no encuentra motivos para dudar de la lealtad del sujeto hacia la agencia, por lo que experimentará sentimientos encontrados a la hora de ejecutar sus órdenes. Tras una larga reflexión, decide conceder a su objetivo el beneficio de la duda y darle la oportunidad de explicarle por qué ha comenzado a actuar como lo está haciendo.
Como ya hizo en la primera entrega de la serie (Los inocentes), el autor vuelve a construir un intenso thriller en torno a la figura de un asesino con principios. El resultado es una historia tan recomendable como la anterior, aunque para su disfrute resulte aconsejable la lectura previa de aquella.